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"...respiro profundamente y cerrando los ojos, el alma se siente libre y mi mundo se detienen en un momento eterno de paz"

Mi nombre es Pablo, en el momento de escribir estas líneas tengo 17 años. Tengo que decir que el Paraíso ha sido para mí un lugar muy especial estos 4 años que llevo yendo. 

 

Vivimos en un mundo que no se detiene, una sociedad condenada a vivir con la tecnología, dando más importancia a la pantalla que a la verdadera realidad, vivimos en un mundo acelerado que busca un sitio y un momento en el que poder descansar. El Paraíso, ha sido para mi este lugar, donde poder respirar y descargar todo lo que llevo en las espaldas de mi día a día. Es un sitio en el que tengo recuerdos inolvidables con mi familia y amigos, un lugar de comunión y convivencia, un lugar donde poder darse a los demás y donde encuentro lo que tanto ansío en mi vida, pausa. También ha sido un lugar donde he podido encontrarme con Dios. Especialmente en tres ocasiones cada vez que voy: En la eucaristía, donde me uno íntimamente a Cristo y le dejo entrar en mi corazón; en la confesión, donde puedo saberme pequeño y reconocer mis pecados; y en su creación, donde no solo puedo sentirle, si no también verle.

Cada noche en el Paraíso que pasan los minutos, y yo envuelto de frío, arropado por el manto de las estrellas, fijo la mirada en el reflejo de la luna, respiro profundamente y cerrando los ojos, el alma se siente libre y mi mundo se detienen en un momento eterno de paz. Mientras, se escuchan de fondo el ruido de las guitarras y las risas de los demás, en esos instantes me doy cuenta de que hace falta muy poco para poder encontrarse con Dios.

Y esos simples momentos, son los que me llenan de felicidad y me hacen ver que a pesar de que hallan momentos de duda, Dios me ama y siempre, siempre está conmigo. Por ese sencillo motivo el Paraíso siempre ha sido mi refugio, mi descanso, y mi fuerza

Pablo Benavent

 

Joven de Valencia

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